Permacultura, ecoloxía, movimientos sociales, contrainformación, dreitos del home, cultura y muito más visto desde un pequeiñu güertu de Senabria sobre os llizaces del mundu rural, indixenista, llibertariu y ancestral
Permacultura, ecologìa, movimientos sociales, contrainformaciòn, derechos humanos, cultura y mucho màs visto desde un pequeño huerto de Sanabria sobre las bases del mundo rural, indigenista, libertario y ancestral

Mundo rural tradicional, Permacultura, Buen Vivir y Capitalismo

Daniel Boyano Sotillo
Riobamba, 25 de marzo de 2013
"Quien solo se alimenta del pasado y  sueña con el futuro sufre de  insomnio y hambre"





Ante el fracaso en la construcción de sociedades en la modernidad, los pueblos originarios tienen un mensaje hoy para la sobrevivencia del mundo. Cuando hablamos del Sumaj Kawsay, del Sumaj Qmaña, o del Buen Vivir, no estamos hablando para nosotros y nosotras. Ese es el mensaje de las culturas originarias andinas, que puede resolver crisis desde nuestras filosofías y que tanto se parece a la sociedad convivencial del mundo rural tradicional. Los pueblos originarios tienen la creencia que no solo es posible trasladar este conocimiento antiquísimo heredado de las primeras personas pobladoras del mundo, sino que es una tarea para este mundo contemporáneo de crisis de todo tipo. 
Consideró que así como los conquistadores (Romanos sobre la cultura Celta, Europeos sobre las culturas originarias de América, Ingleses sobre la cultura aborigen de Oceanía...) llegaron a  mostrar lo que consideraban el mundo moderno y a decirles a los nativos el estado de atraso en que supuestamente estaban. Ahora los pueblos originarios deben mostrarles sus saberes a esas regiones estimadas desarrolladas economicamente.  Tanto los pueblos originarios como el mundo rural tradicional pueden enseñar su filosofía como una nueva manera de construir una sociedad, a partir del restablecimiento del equilibrio con la Tierra. 
Respecto a cómo se ha traducido el concepto del Vivir Bien en Bolivia en las políticas públicas nacionales, o Buen Vivir en Ecuador, señaló que se trabaja en la construcción de una sociedad a partir de los conocimientos y saberes de los pueblos ancestrales para combinarlos con la modernidad. 
"Esa será nuestra forma de medir nuestros avances", aseveró, y apuntó que el Sumaj kawsay o el Sumak Qmaña no es un objetivo, sino una consecuencia de lo que es posible, sobre la base de una relación de igual a igual con la naturaleza. En el mundo occidental han surgido teorías por pequeños colectivos alternativos que siguen una filosofía similar como el decrecimiento, la vuelta al campo, la permacultura, o la biomímesis también conocida como biomimética o biomimetismo, que es la ciencia que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración imitándola. Tampoco nos podemos olvidar de los grupos libertarios que en los últimos siglos han intentado implementar proyectos de vida autogestionados o las tierras comunales gestionadas por Concejos Abiertos que existen en Europa desde que en ellas habita el ser humano.

Estas afirmaciones se hacen en un contexto en el que el actual sistema capitalista no es sustentable ni ecológica, ni moral, ni social, ni cultural, ni económicamente. De este modo es complicado, pero posible a pequeña escala y con vistas de expansión mediante relaciones solidarias de cooperación,  que funcionen instrumentos o modos de entender la vida tan útiles como la Permacultura, que busca recuperar estos saberes ancestrales en todas las partes del mundo para vivir en simbiosis con la Tierra. Y digo que este sistema capitalista no es sostenible ecológicamente, porque la base de recursos naturales que lo sostiene posee límites, conocidos como el del petróleo (no renovable), además de los efectos de su utilización en forma de energía (efecto invernadero), y en el caso de los renovables, no se respetan sus ciclos de reposición. No es sostenible socialmente, porque con el objeto de  maximizar ganancias, lo hace a través de disminuir costos pagando salarios de indignos, con distribución desigual de la riqueza y creando pobreza en la mayoría de las poblaciones, generando amplias brechas entre las diferentes clases sociales. No es sostenible culturalmente, porque busca la uniformización de las diferentes culturas y pueblos del mundo, mediante la creación de necesidades, imposición de conductas, patrones de consumo, modas y transculturización, a través de los medios de comunicación masivos. Y por último no es sostenible económicamente, porque como ya dije, está basado en la explotación de recursos naturales finitos, y es sabido que si se acaba con el capital natural (recursos naturales), sea por su agotamiento, degradación o contaminación, eventualmente se quedará sin recursos para continuar el proceso de producción, además de los residuos que se generan. Un análisis incluso superficial entre ecología y capitalismo identifica una contradicción básica. Donde impera la práctica capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación ecológica. Ecología y convivencia social se niegan frontalmente con el capitalismo. No hay acuerdo posible. Si, a pesar de ello, la lógica del capital asume el discurso ecológico... o es para obtener lucro, o para espiritualizarlo y así vaciarlo, o simplemente para imposibilitarlo y, por tanto, para destruirlo. El capitalismo no sólo quiere dominar la naturaleza, sino extirpar todo de ella, saquearla. El sistema capitalista necesita crecer para sobrevivir, no tiene límites, pero se basa en unos recursos naturales, yo prefiero llamarlo patrimonio natural, finito, por lo que no tiene sentido en si mismo. 
La crisis múltiple que vive la humanidad, y que se ha acentuado en los últimos 30 años, (desertificación, pérdida de la biodiversidad y derechos sociales, recalentamiento global, rompimiento de la capa de ozono, extinciones masivas y aceleradas, hambrunas, y cambio climático) no puede entenderse como fenómenos neutros, no pueden ni deben ser estudiados, de acuerdo a la metodología positivista clásica, como hechos aislados del modelo de organización político económico y social que ha dominado a la mayor parte del mundo en los últimos 300 años, esto es, el capitalismo.
El capitalismo debe ser entendido no como un simple sistema de propiedad y producción sino como un sistema de organización económica y social, como un sistema de relaciones entre los seres humanos y entre estos y el medio natural no antropizado. La cultura de la dominación, de la apropiación privada y de la explotación, paradigmas del capitalismo, se ha extendido no sólo a las relaciones de producción entre las personas, sino también a la naturaleza. En el capitalismo la naturaleza es transformada de una entidad ecológica con complejas relaciones holísticas a una entidad económica con relaciones mercantiles de producción. Los derechos de propiedad y las relaciones de producción capitalistas condicionan explícitamente las formas y manejos de los ecosistemas ubicados en cada país o región sometidos a las leyes del mismo.
La racionalidad económica capitalista se caracteriza por el desajuste entre las formas y los ritmos de extracción, explotación y transformación de los recursos naturales por parte del sistema y las condiciones necesarias para la conservación y regeneración de los ecosistemas intervenidos.
Además, la actual multi crisis es parte de un entramado de acciones cuyos resultados se pueden proyectar al pasado y constatar su repetición en las crisis cíclicas ya experimentadas (crisis de los 30, 70 o 90), debido a operaciones de sobreproducción y maximización de ganancias, rentabilidad máxima, que estalla por el descontrol y especulación, por parte de los gobiernos y de los actores económicos privados, desajustes promovidos por los mismos agentes políticos a sueldo o colocados en puestos claves del gobierno por los mismos agentes económicos privados. Todo lo anterior debido a un afán de lucro desmedido, en el que nunca es suficiente la concentración de riquezas, tanto a nivel de países como de individuos que poseen los medios para someter países, poblaciones y voluntades, sea de forma encubierta con gobiernos no electos que deciden por nosotras y nosotros (FMI, BM, OMC, OTAN, USAID, ONGs, Plan Colombia, Plan Puebla Panamá) o de forma descarada, como las invasiones militares con patente de corso (casos Sahara Occidental, Palestina, Irak, Afganistán, Golpe de Estado en Honduras y Paraguay), lo que les garantiza amplias opciones de dominio y poder. Esto justifica actos de desobediencia civil ya que las personas causantes de la crisis no están siendo responsabilizados y no sufren mientras que pueblo si con todas las medidas de recortes sociales. Por todo ello se puede afirmar que el sistema capitalista neoliberal es como la cebolla, contra más capas quitas y lo descubres, más lloras.
A escala local se puede y debe de luchar contra las fuerzas externas antes explicadas, de ahí la dificultad de aplicación de proyectos autogestionados permaculturales que van en contra del sistema.  Al ser lo local la escala más propicia para que la ciudadanía conozca y exija sus derechos, los cambios que se presenten en la calidad de su gestión incidirán directamente en la evaluación general que tengan los ciudadanos y ciudadanas de la administración, servicios públicos, y sostenibilidad de la gestión en general, ambiental, social, cultural y económica. Como elementos claves, para lo anterior, considero que la Educación y a la Participación Ciudadana, son las bases en un proyecto comunitario permacultural donde la democracia directa participativa, la asamblea  y el equilibrio con la naturaleza serían sus ejes principales, combinando, en suma, los principios de autonomía e igualdad. Algunos de los objetivos que deberían existir en estos espacios de autonomía son: acabar con la división del trabajo; recuperar sabidurías en proceso de desaparición; restaurar la conciencia del trabajo autónomo sin jerarquías y resucitar la dimensión colectiva y de apoyo mutuo; zanjar la histeria de la competitividad; frenar el consumo incontrolado; y repartir el trabajo y revalorizar el trabajo doméstico
Es hora de ser protagonistas de nuestra propia película, que es nuestra vida, y de que los ríos de la vida se unan para hacer un solo cauce más potente ya que cuando se juntan dos ríos se hace más fuerte la corriente.

Lo que está en juego, más que la supervivencia de la especie humana, es su vocación y derecho a un mundo hermoso y libre, capaz de dimensionar una vida de relaciones fundadas en el más ser y no en el más tener, y en una lucha competitiva estéril y deshumanizante, que sobrevive a la sombra de un posible holocausto nuclear, con la permanente neurosis de un ambiente degradado, hostil y contaminado, con crisis económicas que proyectan hacia el futuro imágenes de pesadilla, un ser humano dislocado en sus fibras más profundas, mutilado de su entorno, enemigo de sí mismo y de toda otra forma de vida. La Permacultura  busca, además de cubrir necesidades básicas en armonía con la naturaleza, una disminución de las horas de trabajo para aprovechar el tiempo libre en el crecimiento espiritual, el estudio, la inventiva, la creatividad, el ocio, el fomento de las relaciones familiares y comunitarias, la solidaridad. Si abandonamos la producción de bienes suntuarios o innecesarios, o de los que la publicidad se esfuerza por crearles su aparente “necesidad”, además de no caer en la trampa del endeudamiento (préstamos bancarios, tarjetas de crédito) podemos dejar la carrera de trabajo, consumismo, deuda, estrés, trabajo, consumismo, deuda, estrés.
Pensamos también que los proyectos permaculturales tienen un ámbito, que pensado desde lo local puede tener repercusiones en lo global, aplicando todos los principios, se propone entonces un ámbito de acción a partir de la gestión comunitario-municipal sostenible, escala geográfica que permite a los actores, gobierno y ciudadanos, interrelacionarse de forma más efectiva y generar sus propias soluciones y correctivos para llegar a un Vivir mejor o Buen vivir. 
Como decía Antonio Machado "las sociedades cambian cuando cambian sus dioses", en este caso el capitalismo como divinidad está cerca de su final, y es que el dinero brilla (para lo bueno y para lo malo) tanto que deslumbra y no nos deja ver el final del túnel. Pero una esperanza nos acompaña: en su historia, la Tierra pasó por cerca de 15 grandes exterminios o crisis. Siempre salió con más energía y biodiversidad. Ahora no será diferente. Superaremos la enfermedad del capitalismo que el ocaso no es el fin de la historia, solo del sistema capitalista neoliberal que nos llevo a esta crisis múltiple

"Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XXI, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas. No hay que olvidarse que solo a los peces muertos se los lleva la corriente".

Pawkar Raymi en Doña Loma (Año nuevo Andino)


Este 21 de marzo de 2013 El Huerto del Pozo celebró la fiesta del Pawkar Raymi en Cerro Loma bajo la mirada del Taita Chimborazo y la Mama Tunguarahua. Esta fecha en el calendario andino es la época del florecimiento y la maduración de la tierra; es el Año Nuevo indígena que comienza con la ceremonia del "Mushuc Nina"- fuego nuevo “día del sol recto”, ya que a las 12 de mediodía en la línea ecuatorial los objetos y personas no emiten sombra, y coincide con el equinoccio de primavera.

DETRÁS DE TODO GRAN HOMBRE,...


Vivimos en una sociedad que tiene una visión androcéntrica1 del mundo, la cual predomina en la mayoría de culturas de todo el planeta tierra, y viene siendo construida por lxs humanxs desde hace muuuchos años, antes que nacieran nuestras abuelas y abuelos. Esta visión se construye a partir de un sistema llamado patriarcado, palabra que por su origen griego significa “padre al mando” y tiene una sola base: la dominación y la opresión y, por tanto, la injusticia.

El tipo de relaciones interpersonales que construimos dentro de este sistema, puede representarse con el cuento de la caperucita roja y el lobo: las mujeres y otros grupos sociales somos lxs caperucitas rojas y la mayoría de hombres (aunque también algunas mujeres) son los lobos feroces. Nuestras formas de interacción y comunicación están cargadas de discriminación, subordinación y desvalorización, en otras palabras, están cargadas de sexismo.

Desde la visión androcéntrica-patriarcal se cree que las mujeres son inferiores, débiles y tontas y están sujetas al hombre (y a servicio de él), que es superior, fuerte e inteligente. Por tanto, es el hombre quien puede y debe protegerlas y enseñarles, aunque sea a palos; como si fuéramos unas criaturas salvajes para amaestrar.

Este parásito mortal, lamentablemente, ha infectado a casi todos los rincones del planeta (incluyo a mi pueblo). Y parece perpetrarse a diario en las nuevas generaciones. Se ha vuelto tan normal esta injusticia que hombres y mujeres seguimos aceptando, reproduciendo y, en consecuencia, preservando sin cuestionar la idea de que el destino de la mujer es casarse, parir, cuidar de sus hijxs, de su esposo y de su casa. Este es el modelo que históricamente se ha metido en el inconsciente colectivo3 a través de varias vías como: la religión, la política, la cultura, la escuela, algunos juegos “infantiles”, el lenguaje, entre otros. Y el mensaje que taladra nuestro inconsciente es: “o sos una santa o sos una puta”.

En la época colonial, los únicos espacios de formación para mujeres eran centros donde se les preparaba para el matrimonio o para ser monjas: clases de religión (para variar), de cocina y de bordado.

En la dictadura de Ubico se reglamentó la prohibición del ejercicio de la profesión a las mujeres  bajo el decreto No. 2756 del 11 de mayo de 1,942. Derrocado Ubico, la lucha femenina no terminaba: fue la lucha revolucionaria de guatemaltecas, que tuvieron la necesidad de aclarar: “Estamos en pleno uso de la razón.” El voto femenino suponía para otros un arma de doble filo. Gracias a esa lucha, en 1946 Guatemala se convierte en el noveno país de América Latina en conceder el voto a las mujeres (el primero fue Ecuador en 1,929). Ya eran ciudadanas, pero sólo las que podían leer!!!

Por razones como estas, la participación social de la mayoría de mujeres ha permanecido históricamente en el espacio doméstico. Hasta nuestros días, casi todos los espacios de participación están atravesados por este sistema que desprecia todo lo que se considera femenino. Y aunque han habido muchos logros, estos no han sido en igualdad de condiciones. La educación, por ejemplo, sigue siendo sexista a consecuencia de este sistema de opresión de que venimos hablando.

Recuerdo en la secundaria (de 1o. a 3o. básico), a una hora determinada nos dividíamos las chicas de los chicos: nosotras a recibir la clase de “Educación para el Hogar” (donde nos enseñaban a cocinar, bordar y cosas por el estilo) y los chicos a recibir la clase de “Artes Industriales” (donde les enseñaban un poco de carpintería, dibujo y artesanía).

Para curar este histórico estado febril que ha producido este maldito parásito, se vuelve una necesidad urgente el transformar, desde nuestra cotidianidad, las relaciones de poder, exigiendo igualdad, respeto y justicia; el lograr la independencia económica y el conocer nuestros derechos como mujeres.

PD.: Detrás de todo gran hombre, hay una mujer enferma, deprimida y suicida.

Nohelia Flores Escobar


1. 1    Androcentrismo: visión del mundo que invisibiliza a las  mujeres y niega las aportaciones realizadas por ellas. El hombre es el centro del universo.

2. 2   Inconsciente colectivo: fenómeno psíquico que influye en nuestra conducta sin tener plena conciencia de ello.

Cuanta ignorancia hay en la historia



marzo 11, 2013
Al pasear por el mundo e intentar conocer un poco su diversidad y complejidad, cada vez siento más necesaria la urgencia de re-escribir la Historia. Esa Historia que han escrito los vencedores, esa Historia que llaman universal, esa Historia que aparece en los manuales y enciclopedias, esa Historia que nos enseñan en las escuelas y universidades de la educación formal, esa Historia que moldea una realidad a medias en función de los intereses occidentales, esa Historia escrita por el hombre blanco, esa Historia cargada de etnocentrismo y superioridad, esa Historia que se refleja en el actual presente de desigualdad y sinrazón materialista. En definitiva, esa Historia excluyente, patriarcal y racista, injusta e incompleta.
La misma Historia que reduce las culturas originarias a lo anecdótico y folclórico, aquella que sólo se escribe a partir del contacto con los blancos y que se limita a describir el mundo desde una perspectiva euro-cristiana. Donde no hay espacio para la historia africana, la del continente negro, el primero poblado, el más olvidado y explotado. Donde sólo se vislumbra algo de la fértil historia asiática y donde la historia de Latinoamérica empieza en los incas al sur y los aztecas al norte. Donde la cultura maya, que aun sigue resistiendo tras más de quinientos años, es reducida a simples predicciones astrológicas y tergiversada, en la actualidad, hacia futuros cinematográficos apocalípticos que pervierten el significado del baktún (cambio de era). La misma Historia que menosprecia al mundo árabe, al que trata de criminalizar continuamente y al que se simplifica de manera cruel e intencionada.
Centrándome en la caso latinoamericano, durante el recorrido superficial que disfruté hace ya algunos meses y que me llevó desde México a Brasil, he descubierto que en esas tierras, antes de la llegada de los Cortés y los Pizarros, antes del saqueo del mundo azteca e inca, existieron civilizaciones anteriores a éstas, como puedan ser los Mochicas, los Chimús y los Pocras en zona andina, o la Teotihuacana en lo que ahora se conoce como México. Culturas que no aparecen en los libros de Historia, que no se estudian en las escuelas y que en sus propios países, en la actualidad, siguen siendo auténticas desconocidas, excepto para ciertas minorías. Pues sólo importa narrar la historia a partir del contacto con la civilización que todo lo domina desde hace más de dos milenios y que aquí llegó hace más de quinientos años, de la mano de unos pestilentes saqueadores, armados con pólvora y, lo que es peor, con una maldita biblia. Nada se sabe, nada se cuenta, nada se explica sobre las visitas realizadas anteriormente por las poblaciones polinesias, maorís, en la costa pacífica o por los vikingos en la atlántica. Colón descubrió América, Cortés y Pizarro la exploraron y evangelizaron, con ello tenemos que comulgar, cual ruedas de molino, pues se trata de ciencia occidental, de Historia con mayúscula.
Xabi Lombardero Sociólogo y cooperante ha trabajado en ongd’s en Guinea Bissau, Honduras y Nicaragua.

¿Por qué eres vegetariano?



Es una pregunta que me hacen con frecuencia. Algunxs compañerxs me cuentan entre risas que oyen más esa pregunta que sus nombres, y, como los nombres, les cansa. A mi no, al contrario, me encanta que me la hagan. Puede ser porque me gusta el lío, pero también denota un interés por parte de la persona que la hace, una apertura, una disposición a escuchar y, al menos por un momento, a considerar otros argumentos. Sí, me gusta la pregunta ¡fíjense si me gusta que me la hago yo solo!. Pues bien, intentaré responderla:

En primer lugar y no por ello más importante, sino todo lo contrario, existen razones relacionadas con la salud que me aconsejan seguir una dieta vegana: las grasas de origen animal requieren un mayor esfuerzo metabólico para ser digeridas y tienen exclusividad sobre el llamado “colesterol malo”. El consumo de lactosa tras la lactancia se ha demostrado perjudicial para la salud con especial incidencia sobre las alergias. El proceso de digestión de la carne hace que nuestra sangre se acidifique, obligando al cuerpo a utilizar el calcio y el fósforo de los huesos para contrarrestar ese efecto. La acidificación de la sangre es además un factor fundamental en el desarrollo de procesos cancerígenos. Comemos cadáveres que llevan, en el mejor de los casos, varios días muertos. Los estómagos de lxs carroñerxs están provistos de mecanismos especiales para contrarrestar la gran cantidad de bacterias y sustancias tóxicas existentes en la carne en descomposición (proceso que comienza en el mismo momento en que el corazón deja de latir y la sangre detiene su circulación), de los que lxs humanxs carecemos. Por no hablar de las enfermedades cardiovasculares; diabetes, colesterol, provocadas fundamentalmente por el consumo de grasas animales. Además los animales que comemos son sometidos a dietas compuestas de transgénicos cultivados con gran cantidad de fitotóxicos, de hormonas, productos químicos y elementos de oscura procedencia como restos de huesos, intestinos, vísceras, etc que son reconvertidos en piensos por la gran industria. El estrés que sufren los animales antes de morir provoca que se acumulen tóxicos en la carne. La base de los piensos se elabora con maíz, cereal que el ganado no consumiría de manera natural. Este se utiliza porque es barato y favorece un engorde rápido. El alto consumo de maíz provoca el desarrollo de la bacteria E. coli con una mutación que la hace resistente al ácido estomacal permaneciendo viva en los excrementos. En los mataderos, donde se matan cientos de animales cada hora a un ritmo frenético, es ingenuo pensar que estas bacterias no entren en contacto con la carne. [1]

En fin que me lío, seguro que una breve búsqueda en internet, ofrece muchos más datos de los beneficios de una dieta vegana sobre la salud. Pero, como decía, este punto (para mi) no tiene mayor importancia: incluso aunque una dieta vegana no tuviera ningún beneficio para la salud, o supusiera algún perjuicio creo que existen otras razones que en una sociedad justa deben primar al beneficio personal.

De la mano del maíz, podemos pasar a un segundo bloque de razones, las político-económicas: casi el 90% de los productos que encontramos en el supermercado tienen algún producto derivado del maíz. Este se utiliza masivamente para la alimentación de aves, vacas, cerdos e incluso se utiliza como alimento en piscifactorías. ¿Por qué? Porque es barato, y ¿por qué es barato? por dos razones: una es que sus costes reales de producción (perdida de productividad de los suelos, contaminación de acuíferos, costes sanitarios de poblaciones próximas a cultivos, pérdidas de biodiversidad, desplazamiento de comunidades locales, pérdida de cultivos tradicionales etc etc) no se reflejan en su precio; y otra es que está subvencionado por los gobiernos para garantizar los beneficios de las grandes compañías del sector. Es así como una hamburguesa puede ser más barata que una lechuga. En 1970 cinco compañías controlaban el 25% del mercado de la carne de ternera, hoy cuatro compañías (Tyson, Cargill, Swift y National Beef) controlan más del 80%. Lo mismo ocurre con la carne de cerdo y de pollo. Este sistema de producción, enfocado a incrementar los beneficios de estas compañías, es impuesto por gobiernos de todo el mundo en nombre del progreso y la industralización, desplazando cultivos tradicionales que garantizaban la supervivencia y la soberanía de muchos pueblos de Argentina, Brasil, Chile, EEUU, España, etc.. En su lugar se  implantan monocultivos destinados al alimento del ganado que requieren una inmensa cantidad de pesticidas, fertilizantes y maquinaria industrial, cuyo mercado está igualmente controlado por unas pocas corporaciones a nivel mundial.
Joseph F. Stiglitz en 2006, constató que «la vaca europea media recibe una subvención de 2 dólares al día (el umbral de la pobreza, según el Banco Mundial). Más de la mitad de los habitantes de los países en desarrollo viven con menos. Por lo tanto, parece que es mejor ser una vaca en Europa que un pobre en un país en desarrollo».
Estos mecanismos para la producción de los alimentos del mundo tienen objetivos que van más allá de los simples beneficios económicos; las comunidades antiguamente soberanas sobre sus recursos, sus modos de producción y sobre sus alimentos, son desplazadas, privadas de sus tierras y de sus ancestrales modos de vida. Desde esas condiciones se ven obligadas a vender su mano de obra para trabajar como jornalerxs por un salario mísero que tienen que devolver a las empresas que les han robado sus tierras a cambio de alimentos. Esos mecanismos generan poblaciones dependientes, fácilmente manipulables y cuya actividad diaria se orienta en función de los intereses de la transnacional de turno. Esos mecanismos no son más que la cara de la esclavitud moderna. Controlar nuestros alimentos es imprescindible para ser libres.

En tercer lugar podemos enumerar los efectos del consumo de carne sobre el planeta: el sector ganadero produce el 51% de los gases de efecto invernadero que se producen en el mundo.[2] La FAO reconoce en uno de sus informes titulado “la sombra del ganado” que la producción agrícola destinada a los animales es responsable de más gases de efecto invernadero (en equivalentes de CO2) que todos los barcos, coches, aviones y demás medios de transporte del mundo juntos.[3] Es curioso que estos datos ni se mencionen en los informativos y programas divulgativos sobre el cambio climático; es mejor culpar a los coches ya que las posibilidades que tenemos de dejar de utilizar el transporte basado en los combustibles fósiles mañana, son bastante menores que las que tenemos para dejar de comer carne hoy. Sin embargo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero sería mucho mayor si optamos por esta segunda opción.
El proceso digestivo de las más de 1,000 millones de vacas genera el 37% del total del metano inducido por el ser humano; este gas es 23 veces más potente que el CO2. Las heces de las vacas contienen altas cantidades de óxido nitroso, un gas 296 veces más potente que el CO2, y la orina y heces de los 17.000 millones pollos generan el 64% del amonio inducido por el ser humano, un elemento químico que causa la lluvia ácida.
La ganadería industrial es responsable del 90% de la deforestación de la Amazonia, debido a la extensión de pastizales y cultivos forrajeros para alimentar una creciente población de ganado.
En total, a la producción ganadera se destina el 70% de la superficie agrícola y el 30% de la superficie terrestre del planeta.[4] Para criar una vaca, necesitamos aproximadamente 2 ha de terreno durante 1 año, tras este tiempo tendríamos unos 250 kg de carne (con huesos). En sólo una ha podemos producir 3.216 kg de cereal[5], o 25.900 Kg de lechugas, o 42.000 Kg de sandías, o 72.800 Kg de tomates.[6] Para producir un kilo de carne se necesitan de media 7 kilos de cereal, que, sobra decir,   podrían alimentar a más personas que el kilo de carne. Otro dato más de la sobre explotación que supone la industria cárnica es que hasta un tercio de las capturas pesqueras se destinan a la producción de piensos.
Para producir un kilo de carne de ternera ser requieren una media de 15.497 litros de agua, un kilo de carne de cerdo requiere 4.856 litros y uno de cordero 6.143 litros. Un kilo de maíz no necesita más de 909 litros de agua para su producción, uno de trigo 1.334 y uno de arroz 2.291 litros.
Una hamburguesa (150 g) requiere el consumo de 2.400 litros de agua, un vaso de leche (200 ml) 200 litros. Un vaso de cerveza (250 ml) requiere 75 litros de agua, una patata (100 g) 25 litros y una manzana (100 g) 70 litros.[7]
Es físicamente imposible mantener el ritmo de consumo actual en un planeta finito, y el consumo de carne es uno de los factores más influyentes en la sobreexplotación de los recursos de la tierra.

Y finalmente llegamos al último bloque de razones, las que, para mí al menos, son suficientes por si mismas: las éticas.
Podría enumerar las pésimas condiciones de vida en las que millones y millones de animales esperan la muerte como si ese fuera su destino natural.[8] Pero creo que no es ese el punto central; tras una vida teledirigida por otrxs (en mejores o peores condiciones) 2.315.611 vacas y terneras, 10.571.158 ovejas y corderos, 1.326.289 cabras y cabritos, 42.552.529 cerdos, 72.558 caballos, 707.471.000 pollos y 52.474.000 conejos fueron asesinados durante el último año solo en España.  A los animales acuáticos ni siquiera se los cuenta como individuos, sino por kilos: 768.691 toneladas de peces, crustáceos y moluscos fueron extraídas del mar, 60.250 toneladas de peces y 220.829 toneladas de moluscos fueron producidas en piscifactorías durante el 2010[9]. (Es curiosa la terminología que utilizamos para cosificar a esos seres vivos que estamos matando).

Tras esta matanza premeditada, organizada y legitimada por la gran mayoría de la población mundial que mira para otro lado, está una particular visión del mundo. Esta visión ha extendido su hegemonía a lo largo de los siglos hasta alcanzar prácticamente la totalidad del planeta. Daniel Quinn en su más que recomendable libro “La historia de B” la define con la siguiente frase: “la tierra está hecha para el hombre y su papel es conquistarla y gobernarla”. Esta visión del mundo, bastante reciente teniendo en cuenta los 200.000 años de existencia de nuestra especie,  se plasmó en la aparición de la agricultura y la ganadería hace unos 12.000 años y con el devenir de la historia ha generado una superestructura ideológica, política, social, cultural y económica para perpetuarse. Supuso un cambio fundamental en la relación de las personas con su entorno, de sentirse parte de él a sentir que éste estaba a su servicio.  El ser humano se apropió del derecho a decidir sobre la vida y la muerte. Que animal debía vivir y cual morir, que planta era buena y cual mala. La agricultura y la ganadería permitió la aparición de los excedentes y por tanto la acumulación de poder. Esta acumulación de poder necesita de una reproducción constante. Desde la aparición de la agricultura y la ganadería, esa visión del mundo ha ido colonizando al resto de culturas con distintos mecanismos siendo la fuerza el más utilizado. Ha adoptado varias formas a lo largo de la historia alcanzando con el capitalismo su máxima expresión. El capitalismo ha convertido a todo lo que existe en mercancía, sin valor en sí mismo, solo según el equivalente monetario marcado por el mercado.

Y diréis: muchas culturas indígenas que viven en armonía con su entorno, que no lo han cosificado, consumen animales como alimento. Si, es cierto, pero no se trata de santificar, juzgar o copiar a las comunidades indígenas o a ninguna cultura que haya existido a lo largo de la historia. Se trata de construir la sociedad de hoy rescatando los valores positivos del pasado y mejorando el presente con las lecciones de la historia. Si yo necesitara carne para sobrevivir, como le ocurre a mucha gente en diversas geografías, la comería, pero no la necesito y si la comiera, sería exclusivamente por su sabor, porque me gusta. No quiero tener que matar a ningún animal o, peor aún, que alguien tenga que matarlo por mi, por placer, porque me guste comerlo. La pregunta de si realmente necesito la carne para sobrevivir es una pregunta que se debe hacer cada cual. Acorde a lo anteriormente expuesto, considero que la agricultura también supone una agresión contra el entorno que no comparto y que con mi alimentación actual estoy perpetuando (si comiera carne potenciaría aún más el modelo agrícola actual). No considero que los humanos seamos superiores a las vacas y por eso podamos decidir cuando y como estas deben vivir o morir. Tampoco creo que seamos superiores a las lechugas. No creo que las diferencias deban suponer una jerarquía. Pero un mal no justifica un mal mayor. El punto está en disminuir el impacto de mis actos sobre el entorno produciendo el menor daño posible, optar por una dieta vegana es un paso.

Hoy nos creemos el centro del universo, superiores a cualquier otra forma de existencia y con el derecho de utilizar estas a nuestro antojo. Esta visión antropocéntrica nos lleva sin remedio a la extinción. Una extinción de la que ni las energías renovables, ni reciclar, ni apagar el grifo cuando nos lavamos los dientes, ni ninguna solución de las expuestas como únicas alternativas por el capitalismo verde nos puede salvar.

Solo un cambio en nuestra conciencia podrá devolver el planeta a un equilibrio que permita la supervivencia de nuestra especie. Este cambio supone reconocer la unicidad de todo lo que existe, reconocer a la naturaleza como una parte de nosotrxs mismxs, no como algo ajeno que hay que cuidar. Mirar a lo que nos rodea: animales, plantas, agua, aire, fuego, tierra; como iguales, agradeciendo que nos mantiene vivxs y manifestando en cada uno de nuestros actos ese agradecimiento y respeto. No es ninguna utopía, durante 190.000 años, la especie humana vivió guiada por esos principios. Y algunas comunidades han sido capaces de conservarlos hasta el presente.

La pureza no existe en el camino de la revolución, cometeremos errores e incoherencias, pero lo que no nos podemos permitir es no reconocerlas y mucho menos justificarlas. A partir de ahí no existen más jueces que unx mismx y es cada unx quien debe trazar sus caminos y sus ritmos.

Lince Blanco,
2 de marzo de 2013




[1]Fuente:  Physicians Committee for Responsible Medicine PCRM
[2]Fuente: “La ganadería y el cambio climático”. Consejo de medio ambiente del Banco Mundial, 2009. pag 11. http://www.worldwatch.org/files/pdf/Livestock%20and%20Climate%20Change.pdf
[3]Fuente: “La larga sombra del ganado”. FAO, 2006.  http://www.fao.org/docrep/011/a0701s/a0701s00.htm
[4]Fuente: “Alimentación y cambio climático”.  Anima Naturalis
[5]Fuente: “Rendimiento de los cereales (Kg por Ha)”. Banco Mundial. http://datos.bancomundial.org/indicador/AG.YLD.CREL.KG
[6]Fuente: “Rendimiento y producción de los principales cultivos en España”. Agromática. http://www.agromatica.es/rendimiento-por-hectarea-de-los-cultivos/
[8]Para más información al respecto ver “La granjas industriales”. Anima Naturalis. http://www.haztevegetariano.com/p/968
[9]Fuente: “Boletín nacional de estadística Enero “2013. Agricultura y ganadería”. INE. http://www.ine.es/jaxi/tabla.do?type=pcaxis&path=/t38/p604/a2000/l0/&file=1100001.px